¨ La posición de un Cardenal ¨
A través de la historia de la Iglesia
más de un teólogo ha expresado su opinión política, cuando las reglas
oficialistas requieren su intervención, tras el grado de detrimento social que
pueda sufrir el pueblo.
Arzobispos como Thomas Wenski, redactan
columnas periodísticas en los diarios de los países donde residen, otros como
el Pastor Jara en Colombia intervienen en los procesos sociales de paz del
país, etcétera, pero ninguno ha adoptado una posición servil ante los dominios
gubernamentales como lo ha hecho el Cardenal Jaime Ortega Alamino según sus
propias palabras.
En el Reino de España, el reciente 7 de
junio del presente mes, el jerarca eclesiástico cubano afirmó a la cadena
española SER que en territorio cubano ya no existían condenados políticos. Sin
tener en cuenta, que todas las personas que incursionan en la política, no
necesariamente él las conoce, ni tampoco todas las personas en Cuba son
cristianas.
Indiscutiblemente, la necesidad
mediática no es un indicio de humildad, cuyo voto consagrado es vital para la
vida santificada y dedicada.
Cabe la duda ante sus declaraciones,
sobre el manejo que tiene este clérigo de una información tan clasificada en
Cuba, por las autoridades militares. ¿Con todas áreas
de trabajo que tiene la iglesia cubana por contribuir en el proceso social,
este sacerdote jefe tiene tiempo para esto?
Pero para colmo de males, precipitándose
a la visita Papal que se realizará en Cuba próximamente, ha sido capaz de
afirmar que existe la posibilidad de que concurran ¨gestos¨ por parte de las
autoridades, como por ejemplo: la liberación de otros presos comunes.
De la forma que gira el mundo
contemporáneo y el desarrollo y auge que ha tomado en el Derecho Internacional
los derechos humanos, ha dado lugar desde la perspectiva de elegir, que se
levanten voces disidentes al respecto.
Como declaración irresponsable pueden
calificarse las palabras ante los medios de comunicación audiovisual de este
Cardenal. Porque no son todos los individuos que para expresar una información
consultan una sola fuente. Pues esto hizo este señor, sin tener en cuenta la
responsabilidad social sobre sus hombros. Para corroborar una acción tan
fidedigna, cuando solo se tiene una contraparte, no es digna de respeto su
actitud.
El deterioro de la Instituciones
estatales en Cuba es lo que históricamente ha conducido a la desconfianza y al
descrédito entre las posibilidades de diálogo
y de conflicto en la religiosidad y la vida política. Afirmar que en Cuba no
quedan presos políticos, solo porque así lo publicite el máximo órgano de
gobierno, es solo una operación conjunta organizada, pero no consagrada.
Perspectiva, que afecta la imagen de la
Iglesia cubana, que simultáneamente es cuestionada por sus fieles, como toda
esencia dominada por el hombre. Ofreciendo con esta disposición una visión de una relación oficialista,
apoyada y dominada por el Estado, dueño del país y sus habitantes. Porque hasta
esos límites se convive en el país, sin que constituya una circunstancia
obligatoria en ninguna parte del mundo.
La actualidad demuestra y refleja
testimonialmente que los gobiernos y las religiones tienen convergencias, pero
diferentes fines y que el miedo y el terror no son sentimientos con los que se
fundaron los Templos. La intervención de la Iglesia en las discordias sociales
y en las soluciones nacionales no es nuevo ni lo inventó el gobierno cubano. La Iglesia a través de los siglos ha
establecido y organizado una autoridad natural que procura forzar y promover la
solución al origen de los problemas nacionales en cualquier país.
Específicamente en el caso de Cuba, la
coerción al poder civil provoca en los nuevos tiempos la defensa de los
derechos humanos como algo natural. Por tanto, desde la posición de este
Cardenal ¨ titularizar¨ semejante
noticia sin la más mínima posibilidad de verificación, dicha información se
convierte entonces en un simple ejercicio histriónico que limita y desprestigia
al movimiento clerical.
La necesidad de una imagen pública no
guarda relación con los votos de compromiso religioso legítimos. Su condición
imposibilita semejante convivencia porque puede poner en riesgo el límite de la paz pública, que ya bastantes problemas
solucionables presenta. El deber del Cardenal quedó en el olvido.
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