martes, 20 de enero de 2015

¨Reparador de celulares o Estafador de celulares¨



De los múltiples casos de estafa que se dan en Cuba, a mí de manera particular no me había tocado uno de manera tan mañosa. En el mes diciembre del 2014, pasado el día 15, me dirigí a un supuesto taller de reparación celulares que se encuentra en la calle 44 entre las calles 29 y 31 del municipio Playa. Frente a la parada de ómnibus que tiene la ruta P-4 en su trayectoria hacia la Habana Vieja.
En la casa particular donde se encuentra el mismo, reza un cartel publicitario, que expresa ¨Moya 05-2890233¨. Que yo no presté atención en el momento  en que llegué. Puesto que yo llevaba referencias de otra persona que había tomado el servicio y dado que su teléfono no se pudo reparar, inocentemente creyó en la imagen de un buen servicio.
Al llegar, le entregué el teléfono que yo llevaba al reparador alrededor de las 10.50am, explicándole que me lo había regalado una persona que tenía fecha de salida al exterior, pero que aún estaba en Cuba. Y que el teléfono funcionaba, pero tenía bajo color en la pantalla y que de momento se había apagado antes de yo llegar.
Le quitó la tapa que trae el teléfono, retiró la batería y la puso a medir en su equipo de trabajo. Como no ofreció explicaciones del resultado de la medición de la misma, yo presumí que estaría baja de carga, ya que extrajo otra de color amarillo de una de sus gavetas de trabajo (no es difícil observarlo, ya que el cliente puede ver sus instrumentos desde el portal de dicho lugar), y la colocó a cargar en el dispositivo que se coloca en el tomacorriente. Haciendo tiempo para la carga energética que debía coger la batería, sosteníamos una conversación, donde yo le muestro que poseía otras baterías sin utilizar. Y todas eran de color blanco y negro. Eran posesiones de otra persona que yo adquirí después, pero todas en buen estado técnico.
No explicó por qué, pero salió de su local de trabajo, hacia el portal de la misma casa rentora y continuó conversando conmigo, acerca de un viaje que yo había realizado hacía días a la República de Trinidad y Tobago, donde yo le explicaba algunos pormenores sobre el tipo de viaje que se realiza allí. El salió y entró varias veces a su local, verificando que tomara la carga necesaria la batería suya en el cargador. Imaginando yo que para probarla después en mi teléfono, con el objeto de verificar si era ese el problema del apagamiento que había tenido ese día. Mientras permanecí todo ese tiempo de pie, en el portal de dicha casa. 
Hasta que al fin, pasada la 1pm, retiró su batería del cargador y me muestra el teléfono encendido, aunque no precisó sobre los colores del mismo. Y yo solo llevaba 8 dólares. No sabía cuanto me iba a cobrar por el servicio si me realizaba un cambio de pantalla, por lo que elegí regresar otro día para eso y llevar otro teléfono nuevo Samsung, que también poseía, con batería de repuesto y que no encendía aunque era nuevo. Pero ese yo no lo había llevado, esperando ver la calidad del servicio que se ofrecía allí, para poder confiar en la garantía y calidad del mismo.
Cuando me lo muestra encendido ya, para que yo lo comprobara, le había cerrado ya la tapa del mismo. Le pregunto cuánto dinero debía pagarle por el servicio y me contestó que un dólar, ya que no había hecho ningún trabajo mecánico, solo me había puesto a cargar la misma batería que yo traía. Yo no sospeché nada en ese momento, porque hubiera tenido que abrirlo para poder darme cuenta del cambio que operó.
Como yo poseía otra batería más pequeña sin utilizar, que no era compatible con ninguno de los 2 teléfonos que yo poseía, le pregunté si deseaba que yo le dejara una batería o le pagara el dólar en cuestión. Lógicamente eligio la batería.
Me retiré del lugar pasada la 1pm. Y llegué a mi casa en el horario de la mediatarde. Pero a pesar de que funcionaba, le faltaba el arreglo de los colores. Yo sabía que tenía 20 dólares por cobrar en la Agencia Western Union y 20 más a nombre de mi padre, que también los fideicomiso yo, desde el día 9/12/2014.  Por lo que podía regresar a arreglar ese problema. Ese dinero fue cobrado a través de la operadora número 312, posteriormente.
Pero no obstante, quise serciorarme del trabajo realizado y con herramientas destapé el teléfono, llevándome una sorpresa bien desagradable. Ya no era un horario para yo regresar a dicho taller. Corría el riesgo de llegar de noche, en un horario en que el reparador ya no estuviera y a primera hora de la mañana me personé en el lugar, con vista a arreglar el asunto y que no existiera pérdida de tiempo para la reclamación. Que vale tanto para negocios privados como para estatales.
Llegué allí alrededor de las 8.50am. El reparador no se encontraba en su taller y me dirigí al otro trabajador cuentapropista, que también renta el lugar y se oficia en rellenar fosforeras. Me atendió muy correctamente. Me explicó que en el cartel publicitario de afuera del portal de la casa se encontraba el número telefónico del celular del reparador. Y que el mismo no iría a trabajar ese día ya que su esposa se encontraba en Maternidad para parir. 
Con al menos un teléfono donde localizarlo, tenía posibilidades de recuperar mi batería, que además de que se veía más nueva que la otra, en definitiva era la mía. En esas condiciones salí de allí y me dirigí al teléfono público de la acera del frente. Pero el servicio de ETECSA expresaba que se encontraba fuera de servicio. Y continué para mi casa, con el objetivo de poder insistir. Hasta que en efecto a las 3pm aproximadamente pude comunicar y él no pudo desmentir dicho problema. Solo se limitó a decirme que regresara al otro día. Esa llamada se encuentra registrada en el servicio de mi teléfono si se investigara y a su vez en el teléfono de él.
Al día siguiente me volví a presentar en el lugar. El no asistió a  dar lugar a la reclamación. Ni tampoco llamó por teléfono allí, para dar ningún tipo de excusa para atenderme otro día. En el lugar existe teléfono. El tiene celular, y además yo me quedé esperando por espacio de una hora con el objeto de que si él se ocupaba del asunto yo poder saber el día en que podía regresar. Volví a regresar otra vez más y tampoco él dejó noticias con el reparador de fosforeras, ni con nadie en el lugar para mí. A pesar de que me podía llamar por teléfono, porque él día que yo le llamé le expliqué que llamaba desde mi casa, después de haberme dirigido allí y no haberlo encontrado. Yo no quería que pasara el tiempo para presentarle la queja. Es por eso que no llegó a 24 horas cuando yo ya estaba de vuelta allí, sin encontrarlo.
Es  un servicio que ya él había cobrado y que como cuentapropista debía resolver. Pero yo también no podía permitir que pasara el tiempo sin asistir.
No obstante de haber ido esas dos veces y de ser atendida por el otro cuentapropista, regresé una tercera vez. Jamás trató de localizarme para resolver el problema. Esta tercera vez que yo me presenté allí tuve la suerte de encontrar a la señora rentora de la casa. Me trató excelentemente bien. Sostuvo una conversación conmigo en el portal por espacio de una hora. Yo me quedé todo ese tiempo dando lugar a que el reparador llegara y se solucionara el problema. Pero fue en vano. No llegó, ni llamó. No mostró interés, demostrando su actitud. Porque una persona que tiene un problema, al menos envía a otra en su lugar a llamar por teléfono y presentar excusas. Situación que no ocurrió jamás. 
En esa ocasión que fui atendida por la señora rentista, se dio la oportunidad de que ella conociera que su hermana vivía en la otra cuadra de mi casa. Dato que pudo ser utilizado también por el reparador si hubiese querido devolver la batería y sin embargo no fue así. Al retirarme del lugar le comenté a la señora que no podía seguir personándome allí continuamente. Me resultaba lejos y que de momento yo no podía volver.
Pasó todo fin de año y llegó el día 12 de enero. Yo debía visitar la Notaría que se encuentra junto al Palacio de los Matrimonios, que queda aproximadmente cerca del lugar. Mi familia llamaba alrededor de la 5 de la tarde de ese día de los EUA y yo debía de tener la información notarial requerida. Llamada que se produjo y se puede confirmar en la información telefónica de Cuba.
Aproveché la cercanía y volví al taller. Donde para mi sorpresa se encontraba el reparador. No quise hablar y me limité solo a que el me observara esperando por él. Con esa actitud dí la oportunidad de que se me ofreciera una explicación, unas disculpas, una devolución de la mercancía o cualquier otro resarcimiento que pudiera haber sido posible. Sin embargo, esa oportunidad no pudo ser factible. Lejos de que pudiera ofrecer una reparación del daño, su expresión fue primero de que no era cierto el cambio de batería. Y después de que a él le había nacido una hija. Situación por la que ningún cliente tiene la culpa. Ni tiene la obligación de pagar por eso. Los clientes toman los servicios de un negocio, sin que medien los problemas personales del propietario. Además de que él había demostrado no tener piedad. Por tanto no me parecía digna de la misma. 
Le recordé al instante entonces, con cierta paciencia (sin él merecerlo) que ese teléfono había sido de otra persona que podía probar su estafa, aunque él repitiera constantemente que no lo hizo. Y sin ningún tipo de pena me explicó o me advirtió que yo no podía arruinar su nombre.
Lamentablemente, en su malignidad no advirtió que podía en ese momento de una manera simple dar de alguna manera una solución a ese problema. Prefirió burlarse inpunemente, desconociendo los derechos ciudadanos y clientales del mundo entero, sin lograr ahora que se pueda arruinar su nombre.
C.C  Periódico Granma Órgano oficial de Cuba
C.C  Oficina Municipal  Tributaria Playa

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